domingo, 2 de junio de 2013

Comer ‘bichos’

Fuente: ecoticias.com
Un aperitivo de escamoles, pan de mopane y una parrillada mixta de picudo rojo y langostas. Podría ser el menú sugerido por la Agencia para la Alimentación y la Agricultura de la ONU (FAO)


La FAO llama a extender una dieta que ya sigue un tercio de los habitantes ante el aumento de la población mundial. Comer escarabajos es sostenible, barato y nutritivo. Otros creen que el hambre se acabaría distribuyendo bien los alimentos. Esta noticia está recorriendo los fotos de Internet. ¿Es que nadie sabe que no es necesaria tanta proteína animal para vivir?
Un aperitivo de escamoles, pan de mopane y una parrillada mixta de picudo rojo y langostas. Podría ser el menú sugerido por la Agencia para la Alimentación y la Agricultura de la ONU (FAO) en su última propuesta para ayudar a combatir el hambre en el mundo. Pero salvo para los devotos de lo exótico, en España, por ejemplo, lo más probable es que tuviera poca aceptación. El jamón está muy bueno, y la idea de sustituirlo, si el hambre aprieta, por huevas de hormigas (el escamole, también llamado el caviar mexicano); pan de larvas de polillas (las del árbol del mopane surafricano) y gusanos de escarabajo y saltamontes (el picudo rojo no es un tipo de centollo, y nos referimos a langostas de las que saltan, no de las que nadan) no parece que vaya a ser muy exitosa.

2.000 MILLONES DE HUMANOS
Sin embargo, el menú sugerido no es la extravagancia de un chef de la nueva cocina, aunque alguno ha coqueteado con el uso de insectos para la comida. Se trata de una opción más ante un problema inminente: “En 2050 habrá 2.000 millones de personas más en el mundo, y tendrán que comer lo mejor posible”, dice Eduardo Rojas, director forestal de la FAO. Tras explotar al máximo los actuales animales domésticos, llevar al borde de la extinción a la mayoría de los cuadrúpedos salvajes, sobrepescar los mares y amenazar con desertificar las selvas y otros espacios naturales, las algas y los insectos son de los últimos nichos por explorar. Y estos últimos son una fuente abundante, barata y segura de proteínas, grasas y nutrientes. Por ejemplo, un estudio de 2002 del entomólogo Marvis Harris calcula que 100 gramos de hamburguesa tienen menos de la mitad de calorías que la misma cantidad de termitas africanas, un 50% menos de proteínas y un tercio de grasas. “Y los insectos son, además, baratos y ecológicos”, añade Rojas.

AÑOS DE ESTUDIO
“Llevamos años estudiando el aprovechamiento no maderable de los bosques, y por eso creamos un grupo para estudiar otras opciones”, dice Rojas. En el fondo, no han hecho más que recoger lo que ya sucede “en el sureste asiático, en México y en las selvas del Congo”. En total, la FAO calcula que ya hay 2.000 millones de personas que comen insectos de una manera habitual —la mayoría por pura necesidad, eso sí—, y que hay más de 1.900 especies de insectos que se consumen. En el fondo, son pocas. No se sabe siquiera cuántas especies de insectos hay en el mundo. Se calcula que si se pusieran en una balanza todos los existentes, pesarían más que el conjunto de todos los otros animales. “Pero no todas las especies son comestibles, claro”, matiza Rojas. “Por ejemplo, el gusano de seda, que es probablemente el que mejor sabemos criar en cautividad, no lo es; y la procesionaria, tan frecuente en los bosques mediterráneos, tiene un potente veneno”, advierte.


OTROS MODELOS

“Hay que aumentar la calidad de la alimentación de las clases medias emergentes de los países pobres”, dice Rojas. Estas “se van pasando a dietas con más proteína animal, pero eso supone un riesgo enorme si repicamos nuestro modelo, incluso aunque opten por las carnes más baratas, la del pollo y la del cerdo”, añade. Y apunta dos peligros claros si se quiere alimentar igual y con las mismas especies a toda la humanidad: la deforestación y la emisión de metano, un gas de efecto invernadero cuya primera fuente son las flatulencias animales. A cambio, las posibles granjas de insectos —alguna hay ya en Laos, Tailandia y Camboya— tienen la ventaja de que ofrecen una proteína “mucho más barata”, “en menos espacio”, más eficaz energéticamente (en algunos saltamontes se produce un kilo de proteína por dos de hierba; la proporción en vacas es de 1 a 20) y además pueden servir también para piensos de otros animales, añade Rojas.

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